A menudo, cuando hablamos de un libro infantil planteamos también la edad para la que está indicado. Pero ¿podemos realmente hablar de una edad «adecuada»? Con el eufemismo de «edad recomendada» se solventan bastante las cosas: es una recomendación. Ahora bien, ¿podemos establecer realmente un punto de partida y, lo que quizás me parece más relevante, un punto final? ¿Qué pasa si el niño que lee un libro queda fuera de esos márgenes? ¿El libro, el niño o tal vez ambos se desintegran?
Este tema me preocupa y a colación de él querría compartir con vosotros tres anécdotas.
- La primera tuvo lugar hará tres o cuatro años. Yo vagaba buscando un libro por la librería del pueblo donde veraneo y oí una conversación entre la librera, la niña y la madre de ésta. La situación era la siguiente: la niña había pasado unos días en casa de una amiga y había comenzado un libro. Cuando la estadía en casa de la amiga terminó no pudo llevarse el libro que todavía tenía a medio leer y que quería terminar. Así que fueron con su madre a la librería para comprarlo. Todo fue bien hasta que la librera decidió que era su deber intervenir: aquel libro no era adecuado para la edad de la niña (!). Desde ese momento la niña quedó relegada a un segundo plano y la conversación adquirió tintes de complicidad entre las dos adultas. Para concluir el tema la librera le dijo a la niña que ya leería el libro al año siguiente (!!). Es decir, ¿que el libro estaba indicado para los 12 años y no para los 11? ¿No le permitían leer un libro porque le faltaba un año para tener la edad adecuada? Libro que, por otro lado, ya tenía a medio leer y que le interesaba lo suficiente como para movilizar a la madre hasta la librería. La librera le vendió otro libro, «más adecuado», y cuando la niña le planteó la posibilidad de comprar dos, la librera dijo que con uno ya tenía suficiente. Que en septiembre (estábamos a principios de agosto) le encargarían muchas lecturas en el colegio y con un libro que leyera por placer ya había suficiente (!!!). Sin comentarios…
- La segunda tuvo lugar hace poquito en una librería especializada en LIJ: quise comprar un libro que me encanta para regalárselo a un niño de cuatro años y me dijeron que mejor comprara otro, que el niño era ya mayor para ese libro. El libro era El topo que quería saber quién le había hecho aquello en la cabeza (Alfaguara). ¿Queréis decir que un niño de cuatro años le haría ascos a ese libro? Además, dependerá del niño. Digo yo. Yo sabía que aquel niño en concreto tiene un acceso limitado a libros de calidad y me parecía importante que lo conociera. Además, pienso que es un libro que permite tantos niveles de lectura, con un texto tan rico e irónico que puede disfrutarse hasta bien grande. De hecho, a mí, me encanta.
- En tercer lugar, quería hablaros de lo que estoy observando últimamente con mis hijas. Ahora mismo tienen dos años y tres meses. Les hemos hecho una biblioteca donde tenemos nosotros nuestros libros: los dos últimos estantes de la librería-biblioteca de la sala son suyos. Allí lo tienen todo: desde los primeros libros de tela hasta algunos álbumes míos que, de hecho, todavía no hemos leído. Cada nueva adquisición va a parar allí. También los libros que tomamos prestados en la biblioteca y que pasan un mes en casa con nosotros. A esos dos estantes acudimos por las noches a buscar los libros para leer juntos. De allí los toman también a mediodía con la chica que las cuida para la lectura de después de comer. Y allí acuden también ellas de manera autónoma en cualquier momento del día. ¿Qué libros cogen? Hasta hace poco siempre cogían libros que querían que les contáramos. A veces sin un criterio definido (tan sólo un libro cualquiera, bien unos cuantos, para tenernos entretenidos durante un buen rato…), a veces con criterio (un libro concreto que querían que les leyéramos: Margarita (Ekaré) o Corre, corre, Mary, corre (Lumen) Mònica, Elmer (Beascoa) u Olivia (Fondo de Cultura Económica) Irene). Y muchas veces cogían álbumes teóricamente recomendados para niños a partir de tres años cuando ellas solamente tenían uno, uno y medio o dos años. Ahora, sin embargo, las veo otra vez muy interesadas en los libros para más pequeños: libros de tela a los que en su día no les hicieron ni caso y los libros de cartón que tenemos desde hace más tiempo. Son libros que agarran cómodamente con las manos, de medidas razonables para ellas y con los que están empezando a interactuar de manera autónoma: los miran, los leen para sí mismas. Y están comenzando a hacer también algo que se me antoja encantador: los leen ellas para otros (para mí, para su padre, para un peluche o una muñeca…). Y dicen: «Ara a Nene (o a Mo) apica o pento» (Ahora Irene (o Mònica) explica el cuento).
Cuando, con dieciocho años, me saqué el carné de conducir, mi profesor me dijo que aprender a conducir no era un camino de progresión constante, sino que a lo largo del proceso habría adelantos y retrocesos. A lo largo de la vida he descubierto que esto es aplicable a casi todos los aprendizajes y evoluciones. Avanzamos tres y retrocedemos dos, avanzamos cuatro y retrocedemos uno. Y en global avanzamos, mejoramos, aprendemos. Con los gustos lectores y la educación literaria creo que pasa igual. De hecho a mí, como adulta, me gusta la literatura para adultos pero también la infantil y juvenil. Y cuando era mucho más joven hallaba placer en leer cosas que eran teóricamente para mayores, lecturas transgresoras, de las que tal vez solamente comprendía una parte pero que configuraron también mi recorrido e itinerario lector y mi evolución como persona.
Por lo tanto, he aquí mi recomendación: no pongáis límites. Cada niño es un mundo. Y esto es un tópico que, como todos, surge de la realidad. La edad recomendada, incluso cuando es tan genérica como un «a partir de…» no es nada más que eso: una recomendación. Y si, de hecho, consultáis fuentes distintas veréis que hay no pocas divergencias y de no poca envergadura.
Probad, experimentad. Dad un libro, el que sea, a un niño, a un bebé. Y observad qué pasa. Jugad. Divertíos con ellos: con el niño, con el libro. Podéis probar primero con libros de la biblioteca y luego comprar los que ya sepáis que les gustan a vuestros hijos. No tengáis miedo: a los niños les encanta repetir las lecturas que les gustan. No hay nada que podáis amortizar más que un libro que les guste. Dejaos recomendar por libreros (buenos libreros) aportando siempre datos: qué le gusta a vuestro hijo, qué libros o juegos prefiere… Guiaros por las editoriales que ya sepáis que publican cosas que os gustan, al niño y a vosotros. Disfrutad vosotros mismos de los libros que, de hecho, no tienen edad. Y también arriesgad algo. Sin riesgo no se gana. O lo que es lo mismo: «chico, la aventura es la aventura».
marzo 16, 2012 at 10:12 pm
Hola:
Fantástico post, y desolador primer ejemplo con esa «librera».
Me has recordado que hace un par de años me encontré tirado junto a un contenedor un montón de libros de la serie naranja del Barco de vapor, con «El pirata Garrapata» entre ellos. Cuando lo leí por primera vez, de niño, ya me reí mucho con él, pero hacerlo de nuevo con 30 años fue doblarme de la risa en cada página. Es genial 😀
Saludos
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marzo 18, 2012 at 4:02 pm
Gracias, VillaPetarda. Eso es lo que hace buenos los libros: que resistan épocas e incluso etapas de la vida de un mismo lector. A veces pasa a la inversa: que releemos algo que nos encantó y nos parece infumable. Porque más que de libros podríamos hablar de lecturas, y de cómo cada lector (que somos en nosotros mismos diversos lectores) convertimos ese libro que leemos en una lectura concreta, la nuestra, o las nuestras. Lo que me parece fundamental es que al acompañar al niño o joven en el camino lector debemos hacerlo como adultos mediadores (es imposible no mediar en estos casos) de manera sutil y abierta. Sugerir, invitar e incluso prohibir lo que nos parece positivo que lean. Pero nunca prohibir algo que ellos desean. U obligar a leer algo que nosotros creemos que deben leer. Es complejo pero bonito. Y a los más pequeños dejarlos que toquen libros, que vean libros, que los lean a su manera, que los muerdan, que los chupen y que nos escuchen leérselos. Vale la pena. ¡Un abrazo!
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marzo 19, 2012 at 10:52 am
Gracias por el post. Muy interesante. Efectivamente, el concepto de «edad recomendada» es bastante problemático. Entiendo que se quiera dar algún tipo de orientación, pero estoy convencida de que hacen más daño que favores.
No sé si conoces esta iniciativa, http://www.notoagebanding.org/, firmada por autores, bibliotecarios, educadores y otros que están en contra de esta clasificación de libros por edades. Éstas son algunas de las razones que dan (traducido con prisas):
«Cada niño es único, como lo es cada libro. Es imposible juzgar con precisión para qué edad es apropiado un libro y juzgarlo «aproximadamente» es peor que inútil.
Es fácil que los niños se sientan estigmatizados y muchos dejarán de lado libros que les pueden encantar por temor a que se les tilde de infantiles. Otros niños pueden desanimarse porque los libros recomendados para su edad les resultan demasiado difíciles, lo que les desmotivará más todavía.
La recomendación por edades busca ayudar a adultos a elegir libros para niños, que está muy bien, pero lo hace proporcionando la información equivocada. También es probable que anime a adultos ansiosos o con tendencia a la prescripción excesiva (como la librera que mencionas) a limitar las lecturas de un niño de formas que son innecesarias e incluso dañinas.
Cada uno de los elementos de un libro ya proporciona pistas acerca del tipo de lector al que pretende atraer -diseño de la cubierta, tipografía, la descripción, el estilo de la prosa, las ilustraciones. Estas son conexiones verdaderas con los lectores potenciales, porque tienen que ver con las preferencias del individuo. La edad recomendada es un número falso, porque implica que todos los niños de esa edad son iguales.»
En fin… Menos mal que en España no han adoptado también -al menos no formalmente- las «recomendaciones por género». En Reino Unido en algún gran librería tienen los libros infantiles clasificados en libros para niñas y libros para niños. Sin comentarios.
Un abrazo
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marzo 19, 2012 at 2:52 pm
Hola Ellen,
¡Muchas gracias por leerme! No conocía la iniciativa que comentas pero me parece acertadísima y suscribo todos los puntos en los que desgranan las razones para negarse a la división por edades. También entiendo que a veces una pequeña guía ayuda, ya que el papel mediador del adulto hacia el niño me parece indiscutible e inevitable y que hay que ser sinceros y admitir que esa relación desigual existe. Por eso planteo como la mejor opción el «a partir» aunque es cierto que ese «a partir» amplio y generoso podría hacer que chicos más mayores se negasen a lecturas que creyeran que son «de críos». En fin, todo un tema. Lo de las recomendaciones por género me parece horrible. Esperemos que no llegue aquí… Otro abrazo para ti
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marzo 19, 2012 at 3:05 pm
Es cierto que una pequeña guía puede venir bien. Una opción a la que yo llevo dándole vueltas un tiempo es que se podría hacer una recomendación de «a partir de» para la lectura autónoma y otra recomendación de «a partir de» para lectura en voz alta por un adulto/hermano mayor. Yo he leído cosas a mi hijo supuestamente para 6-8 años (!) cuando tenía unos 18 meses. Y no es que le hayan gustado; le han encantado. En fin, quizás deban buscarse otras fórmulas no tan exclusivas de categorizar los libros. O, aunque parezca una tontería, incluir la edad final, entre 3 y 99 años…(?). Aunque pensándolo, ¡ese 99 se nos quedaría corto con la longevidad actual!
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marzo 19, 2012 at 8:52 pm
Estoy totalmente de acuerdo con lo que propones. Creo que en España no está demasiada esa diferenciación entre libros para que los niños lean autónomamente y libros para que les lea un adulto en voz alta. Precisamente el año pasado me encontré con este problema por lo siguiente: había algunos libros que en el mundo anglosajón se recomendaban a para niños muy pequeños (franja 0-5) mientras que en el mundo hispánico se podían recomendar incluso para niños a partir de 8 años. ¡Era escandaloso! Personalmente me parecía más acertada la clasificación anglosajona y al final comprendí que las clasificaciones hispánicas se referían a la edad a la que el niño podía leer aquel libro por sí mismo. Sin embargo, a mí parecía que un niño de ocho años no encontraría demasiado interés en las aventuras de Winnie-the-Pooh (éste era uno de los libros con los que más discrepancia había) mientras que seguramente hará las delicias de un niños de tres, cuatro o cinco años que, evidentemente, necesitará al adulto para que le lea el libro. Así que sí, esa diferenciación que haces me parece crucial y todo un tema a tratar en sí mismo.
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julio 7, 2012 at 9:33 pm
Hola, yo tengo 13 años , soy una chica y vivo en España , siempre me han leído y he leído muchos libros , por eso tengo una comprensión lectora bastante buena y además puedo leer con bastante rapidez , mucho más si la lectura que tengo entre manos me interesa especialmente, desde hace unos años , concretamente desde que descubrí la saga crepúsculo , creo que hace 2 años , leo libros para más mayores, me leí el primero , el segundo y el tercero ( aunque este último era para mayores de trece , mi madre confía en mí y sabe que podía leerlo y que no me iba a impresionar , ella sostiene firmemente que con como está el mundo entre la televisión y otros medios de comunicación , amigos , compañeros y familiares , veíamos cosas peores que en un libro para un par de años más), y el cuarto era para mayores de dieciocho , mi madre , no sin algunas diferencias de opinión con mis familiares más conservadores , me permitió leerlo también.
Francamente , en los libros para mayores no hay gran cosa , a mí me gustan mucho los de amor y a veces hay escenas » calientes» , pero no es como para llevarse las manos a la cabeza , porque en una página ponga que se besan y que hacen cosas debajo del edredón no nos vamos a asustar , si ya lo sabemos , si hasta nos lo enseñan en clase, luego porque no vayamos a entender el vocabulario que no se preocupen , en casi todas las casas hay al menos un buen diccionario de español , si la situación económica es muy mala tal vez no , pero generalmente sí, y todos lo sabemos usar medianamente bien.
tabytha99@yahoo.com
A mí me gusta el chick-lit , hoy he ido a la librería a comprar un libro de ese género , la chica me ha dicho que era más bien para más mayores , pero no había más que algunas referencias a sexo , ni tan siquiera escenas , y la protagonista casi comete adulterio , fue a un sex shop a buscar lencería pero al final no entra, no gran cosa , menos mal que iba con mi tía que al final me dejó comprarlo , porque sabe que no pasa nada.
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julio 16, 2012 at 10:17 am
Hola Sonia, ¡qué ilusión leer tu comentario! Bienvenida. Tu caso demuestra claramente lo que quería transmitir en el post. Gracias por leerme y por compartir tu historia. Un abrazo, Laura
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