A modo de mis mejores deseos para el nuevo año os dejo una pequeña joya: una entrevista que hemos mantenido con el editor Daniel Goldin en la que hablamos sobre la lectura, los libros, los niños y niñas, la família… y de cómo todos estos agentes interaccionan. Una conversación agradable y relajada con uno de los más grandes editores de libros infantiles y juveniles y, tal vez más importante, un gran experto sobre lectura y lectores.

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Según Gustavo Martín Garzo para enseñar a leer a un niño “Conviene empezar cuanto antes, a ser posible en la habitación misma de la clínica de maternidad”. ¿Crees que debemos acercar a los bebés a los libros desde que nacen?

Yo creo que hay que empezar antes. Hay que hablarles a los niños antes de que nazcan. Por ellos, por la pareja y por uno mismo. Las primeras sinapsis, el protopensamiento empieza por estímulos auditivos del cuarto o quinto mes de la gestación.

Cuando le lees, hablas o cantas a un bebé estás estimulando su desarrollo neurológico pero también te estás construyendo como padre. Leerle es también leerse, escuchar tu voz, acostumbrarte a hablar ante alguien que no entiende y creer que entiende, sin esa ficción fundamental no hay posibilidad de construir nada social.

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Se dice, muchas veces, que lo que determina en mayor medida que un niño lea o no es que sus padres sean lectores, que haya libros en casa, que vea leer. Y él por imitación, leerá. Pero, ¿qué pasa si un niño nace en un entorno no lector?

Las estadísticas hablan de entornos familiares favorables u hostiles. Las historias personales son más complejas. Es natural que un niño que tiene desde pequeño acceso a una oferta editorial variada y estimulante, se familiarice más temprano con la lectura más temprana y sólidamente. También que si los padres le leen cuentos o poemas, y lo hacen con gusto y atención, ellos vinculen la lectura a momentos de placer y busquen alimentarse de ellos: que son una suerte de golosina nutritiva. También es natural que si tienen una relación positiva con sus padres y los ven sumergidos en la lectura o los escuchan compartir lecturas, preguntas surgidas de libros o revistas, perciban que los libros son puertas y ventanas para otras realidades y sientan que la lectura es en verdad una forma de hacer el mundo más amplio.

Pero eso no indica que un niño que nace en un hogar no lector no pueda hacerse lector o viceversa. Uno se forma como lector también por oposición, buscando en los libros lo que no tiene o tuvo, refugiarse de un espacio hostil… Con frecuencia eso sucede porque además de los padres hay otras personas: maestros, bibliotecarios, amigos.

Como padre, yo creo que es más importante estimular la curiosidad del niño y su gusto por escuchar y hablar, que formarlo como lector. Por eso cada día quiero distanciarme de una posición que opone la oralidad a la palabra escrita. Y también creo que es muy importante que en el hogar se propicien otro tipo de experiencias culturales: escuchar música, ver televisión, acercarse a la pintura, la arquitectura o la política. Todo eso es importante.

Willy el timido

Aidan Chambers (y otros muchos) abogan por la lectura en voz alta como un elemento fundamental en la formación de lectores. ¿Lo compartes? ¿Qué beneficios aporta la lectura en voz alta?

La lectura en voz alta es, al menos para mí, un placer. Me ha gustado mucho leerles a mis hijos y no sólo a ellos. Te ayuda a entender los textos, si te metes en ellos, puedes experimentar tú mismo cosas muy gratificantes. Si logras instituirlo como una costumbre familiar, habrás conseguido que en un ámbito donde impera el ruido, prevalezca la voz. ¿Es la fórmula para formar lectores? No lo sé. Pero ¿qué importa más que se formen lectores o que hayas compartido con tus hijos tardes o noches inolvidables? También puedes hacerlo con libros de imágenes y con libros informativos, por cierto.

Si uno no se hace lector de niño, ¿leerá de mayor? ¿Todo lo marca la infancia?

No sé. La mayor parte de los estudios hablan de que la conducta lectora es altamente reactiva: hay épocas en las que leemos mucho, otras en las que no. Momentos en que nos acercamos a ciertos géneros que luego abandonamos. Situaciones en las que no podemos leer y otras en que no podemos dejar de hacerlo. Por eso creo que no se puede hablar de hábito. Ni de una fórmula que determine en la infancia cómo te comportarás como adulto.

Cuando escucho a padres angustiados por si sus hijos son o serán lectores me dan ganas de decirles que hay otras cosas más importantes: sentirse escuchado, amado, respetado, estimulado a explorar el mundo y a sí mismo. Todo eso se puede conseguir a través del acercamiento a los libros, pero no todos los acercamientos a los libros lo suponen. Y personalmente no encuentro que el hecho mismo de leer muchos libros tenga un valor en sí.

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Excepto esos adultos “enamorados” de la literatura infantil que también poblamos el mundo, la mayoría de los seres humanos adultos no se interesan por los libros para niños hasta que, precisamente, tienen un hijo. De entre esos padres habrá algunos, no lectores probablemente, que ni siquiera considerarán la lectura como algo que ellos deban incentivar (“ya le enseñarán a leer en el colegio”). ¿Qué razones les darías para argumentar que sí que tienen un papel en esto y que leer/los libros valen la pena?

Todos tenemos una historia lectora y de alguna manera ambivalencias frente a los libros: seas o no lector. Te recuerdan algo, te despiertan deseos o temores, vergüenzas o recuerdos. Para muchos padres los libros son la mejor oportunidad de educar a sus hijos, un trampolín para hacerlos más inteligentes, desarrollados o cultos que ellos y que otros niños.

Comprendo lo anterior pero pienso que es mejor no suponer que los libros son una inversión para el futuro sino un espacio para expandir el presente. La mayoría de los padres no tuvieron los libros que hoy le pueden dar a sus hijos, por tanto no sólo se trata de una acción del padre hacia el hijo, sino de la posibilidad de vivir por primera vez algo que merecías de niño.


Finalmente, ¿cómo conviven el Daniel Goldin editor y el Daniel Goldin padre. ¿Son tus hijos lectores? Los mayores, ¿leían de niños? ¿Enfocas esto distinto ahora con tu hijo pequeño? ¿Influye en tu trabajo como editor tu experiencia como padre?

Daniel Goldin editor está situado entre Daniel Goldin hijo y Daniel Goldin padre. Viví en una casa con más libros que la mayoría de mis compañeros. Pero los libros que se leían en casa eran de la biblioteca. Yo mismo me hice lector quizá por buscar la atención o el reconocimiento de mi padre. Y mi forma de ser lector y editor responde tanto a momentos de gozo como a conflictos con los libros.

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Como padre quise que mis hijos tuvieran vivencias más ricas con los libros de las que yo tuve en la infancia. Pero uno trasmite sus conflictos, no sólo sus deseos. ¿Mis hijos son lectores? Tengo cuatro y cada uno tiene una forma de ser lector muy personal. Mi hija mayor a sus 22 años acabó su maestría en historia en la École Normal Superieure en Paris. Tiene una capacidad de lectura y escritura muy superior a la mía, y lee en cuatro idiomas con solvencia. Pablo de 20 años, estudia arquitectura. Lee sobre todo revistas y edita una. Ariel, a sus 16 lee de manera más irregular, cuando algo le interesa no para. Pero puede vivir sin leer. Y Theo, de 2 y medio, es el mayor lector de la casa. Pero le fascinan sobre todo los libros informativos. Sus padres somos editores y con frecuencia vemos que él prefiere otros que nosotros hubiéramos considerado menos refinados… Porque no soy tonto, desde hace un año lo contraté como mi asesor y estoy publicando libros que lo atraen poderosamente. Además de los que a mí me gustan. Así es esto de formar comunidades lectoras.

Por supuesto, que me encantaría que todos fueran grandes lectores, conocerán a Virgilio, recitaran a Shakespeare y hablaran de Twain, Platón  y Ezra Pound.  Pero la verdad, lo que más me satisface y da alegría es ver que mis hijos se desenvuelven bien en el mundo, que son curiosos, que pueden platicar con adultos y con compañeros. Trabajar con libros me ha permitido entre otras cosas abrir un espacio profesional para reflexionar acerca de este oficio de ser padre, que por cierto me apasiona más que el de ser editor.

Daniel Goldin es un editor y escritor de ensayo mexicano. Hasta el año 2004, creó y dirigió las distintas colecciones para niños y jóvenes del Fondo de Cultura Económica en cuyo catálogo publicó más de 300 títulos así como el programa para la formación de lectores de la institución, donde también impulsó la red de animación a la lectura y la colección Espacios para la lectura. Ha sido editor de los sellos Abrapalabra y Serres y actualmente es editor de Océano Travesía, donde también publica libros para niños y jóvenes y la colección Ágora, dedicada a la discusión de temas relacionados con la educación y particularmente con la formación de lectores. Libros publicados originalmente por él han sido traducidos al inglés, el francés, el alemán, el coreano, el danés, el chino y el japonés y han sido reconocidos con premiso en México, Venezuela, Colómbia y España. Ha sido nominado para el premio Astrid Lindgren de promoción a la lectura en dos ocasiones.

Formó parte del grupo que asesoró la «Encuesta nacional de lectura» en México y coordinó el volumen de estudios sobre ella, ambos publicados por Conaculta. Habitualmente da conferencias y seminarios en foros de editores, bibliotecarios y maestros. Sus dos obras recientes son Los días y los libros. Divagaciones obre la hospitalidad de la lectura (Paidós, 2006) y Al otro lado de la página, imágenes de la lectura en México (Santillana, 2008). Es coautor de Bibliotecas y escuelas. Retos y posibilidades en la sociedad del conocimiento. (Océano travesía, 2008) y de Las TIC en la escuela, nuevas herramientas para viejos y nuevos problemas (Océano travesía, 2012).

dgoldin@oceano.com.mx